En una carpintería hubo una asamblea entre las herramientas. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que renunciar. Se pasaba el tiempo golpeando y haciendo ruidos. El martillo aceptó la culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo. A todo le daba infinidad de vueltas antes de poder servir.

El tornilo aceptó pero exigió la expulsión de la lija ya que era áspera y tenía fricciones con los demás. La lija estuvo de acuerdo, pero demandó que fuera expulsado el metro, pues se la pasaba midiendo a los demás como si fuera perfecto. El metro no puso objeción, pero pidió que también saliera serrucho, el cual dijo, era muy cortante.

De pronto entró el carpintero, se puso el delantal y comenzó a hacer un mueble. Usó el serrucho, el martillo, la lija, el metro y el tornillo.

Finalmente la tosca madera que tenía en su carpintería, se convirtió en una hermosa alacena.

Cuando quedaron solos, reanudaron la discusión. El serrucho dijo:

«Ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades para crear cosas preciosas».

Cada quien tiene una función, que ralizada con agrado y unida a la de los demás, genera un beneficio que a veces es tangible y otras no.

Publicado por Alquimistas de Sueños

Alberto García es un hombre a quien la vida transformó y transforma cada día en su mejor versión, con un amplio libro de historias que lejos está de terminar, un hombre que aprendió con las mejores de las caricias, los golpes del destino, aquellos que al principio dejan el corazón y la vista a oscuras a causa del llanto y el dolor, pero que terminan siendo simplemente el invierno que dará paso a otra hermosa primavera.

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